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A jugar, al carrer!

10/11/2022 - 10:11h

Plan de barrios Niños y jóvenes de las escuelas del Raval repiensan el espacio público en un proyecto compartido con las escuelas, el CCCB y el Plan de barrios

“Todos los aprendizajes más importantes de la vida se hacen jugando”, dice el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci. Por eso la ciudad -diseñada sobre todo por actividades laborales del adulto- debe transformarse en un espacio que también acoja la posibilidad de jugar en libertad. Para conseguirlo, hay que escuchar a los mejores expertos en el juego: los niños.

Esta es exactamente la propuesta de A jugar, al carrer!, un proyecto educativo y comunitario para que niños y jóvenes se conviertan en agentes activos en la configuración del espacio de su entorno. En esta iniciativa, en la que participan escuelas, institutos y agentes municipales, sociales y culturales del Raval, los protagonistas absolutos son niñas y niños. La idea es recuperar el uso colectivo del espacio público y mejorarlo para que sea más intergeneracional, seguro, accesible y saludable, fomentando el juego en la calle.

Exploradores urbanos

La primera parte del proyecto es pensar a través de la experiencia de pasear y mirar, explicar cómo les gustaría que fuera ese espacio y qué ideas proponen para jugar más y mejor.

En un segundo momento, algunas de estas ideas de juegos se harán realidad en talleres de construcción que desarrollarán estudiantes de tercero de ESO de los institutos del barrio. Y la última parte será un encuentro colectiva en verano para disfrutar -jugando, claro- de estos nuevos artefactos de juego.

Desde el inicio de este curso, niños y niñas de 5º de primaria han salido de la escuela para caminar por las calles observando con ojos de exploradores dos espacios específicos del barrio: la plaza Coromines y los jardines de Sant Pau del Camp .

Una mañana de octubre, poco después de las nueve de la mañana, la primera sesión de trabajo es rompedora: es horario de clase, pero caminemos al aire libre, y no pueden parar de reír y hablar.

Un grupo ya ha llegado a la plaza Coromines, y el entusiasmo es tal que profes y monitoras deben hacer esfuerzos para que se concentren. Se trata de aprender, y el ejercicio funciona a partir de la observación y cuestionamiento del espacio, utilizando pegatinas con figuras de personas, perros, farolas, bancos para sentarse, nubes, plantas, ruido y muchas más.

La idea es mapear la plaza a partir de lo que ven. “Aunque lo parezca, no es hora de patio: hemos venido a trabajar. Tiene un trabajo muy importante: mejorar el espacio”, dice un profesor.

Nur, de diez años, es la encargada de leer las preguntas que ayudan en esta tarea: “¿qué tipo de personas estamos viendo ahora?, ¿son adultos, familias, jóvenes, mayores?, ¿qué hacen?, el suelo es duro o ¿es blando?, ¿podemos protegernos del sol, o de la lluvia?, ¿hay naturaleza?”

Ellos aún no lo saben, pero están aprendiendo a ser creativos, a mirar y leer un plano, a analizar el espacio público, a entender que ese espacio también es suyo y que tienen mucho que decir. Ayesha, rápida cogiendo la idea, dice: “hay mucho espacio para correr, y eso está muy bien, pero aquí también podríamos poner un columpio gigante”.

Toboganes, jardines y agua
Otro día, con motivo de la Bienal del Pensamiento, los alumnos hacen una sesión de tipo más artístico, con el grupo teatral Eléctrico 28. También se desarrolla en la calle, pero esta vez tienen que pensar cómo les gustaría que fuera el espacio público a lo largo de todo el trayecto hasta llegar a la plaza Coromines.

Un grupo de peques va guiado por Emili, un dinamizador que se llama a sí mismo ‘urbanauta’. Paseando, les anima a pensar en transformar el espacio del barrio, sin poner límites a la imaginación. Esto es un gran juego en sí mismo, y las propuestas son espectaculares: quieren jardines, fuentes de agua, toboganes, una señal que diga GO en vez de STOP, que siempre suene la música, una máquina de patatas fritas gigante y un centro para acoger a personas que carecen de casa.

Un mapa de juegos

Una semana después, monitores y alumnos se vuelven a reencontrar, esta vez en el aula. En la clase de 5A de la escuela Collaso i Gil toca hacer el ejercicio de repasar entre todos las observaciones y reflexiones en torno a los dos espacios estudiados. A continuación, empiezan a pedir propuestas de juego y mejor ubicación en los espacios a partir de cuatro categorías: movimiento, tranquilidad, expresión artística y experimentación.

Marta y Albert, los dinamizadores, y Òscar, el profesor, consiguen que a lo largo de 90 minutos no pierdan el hilo del ejercicio y estén concentrados. A partir de las propuestas de cada uno de los alumnos hacen listas de tipos de juegos -saltar, pilla-pilla, mata-conejos, hecho y esconder, ping-pong, patinar, tocar y parar, jugar a pelota..- , y los clasifican en los mejores puntos de desarrollo en la plaza de Sant Pau del Camp.

A Nashla, de diez años, se le han ocurrido rápidamente cuatro juegos -bailar, pintar, jugar con agua y patinar- y los apunta con mucho cuidado con rotuladores de colores en la libreta. Al final del ejercicio queda muy contenta porque sus propuestas han triunfado entre los compañeros. También está contenta porque de aquí no tanto tendrán una nueva sesión para experimentar estas propuestas en la plaza. Es decir, Nashla, sabe que saldrán a jugar a la calle.

«A jugar, al carrer!» es un proyecto comunitario que se enmarca en el programa de cultura y educación Caja de herramientas de Plan de barrios del Ayuntamiento de Barcelona y es el resultado de la colaboración entre Voltes Cooperativa de Arquitectura, Impulsem y el CCCB, y con la participación de la Escuela Collaso i Gil, Escuela Milà i Fontanals, Escuela Rubén Dario, Instituto Escuela Elisabets, Instituto Miquel Tarradell y Instituto Milà i Fontanals.